Por José Royo
A lo largo de nuestra vida vamos encontrando personas con las que establecemos vínculos de diversos tipos e intensidad. Puede pensarse que estos encuentros dependen de la casualidad o el destino, pero también está ampliamente extendida la opinión de que ninguna relación es casual y que todo vínculo importante tiene un sentido profundo que trasciende nuestra comprensión en la mayoría de ocasiones. En cualquier caso, comprobamos que toda relación significativa tiene un efecto movilizador en nuestras vidas y proporciona un material inestimable para nuestra evolución personal.
Entre las variadas relaciones que establecemos libremente, la relación de pareja es el vínculo que suele tener un mayor impacto emocional en nuestra existencia. Independientemente de su dinámica interna y duración, la relación de pareja suele ser un espacio que da lugar a sentimientos polarizados. En la fase inicial de enamoramiento experimentamos plenitud, euforia y cierto desazón cuando no estamos con la persona amada. Y en las fases posteriores es frecuente que los momentos felices sean cada vez más espaciados y aparezcan diferencias, conflictos o celos, que generan estados de sufrimiento e incomprensión.
Parece claro que las relaciones de pareja alteran nuestra tranquilidad remueven emociones profundas, por lo que cabría preguntarse qué nos lleva a comprometernos en un vínculo que acostumbra a tener más de conflictivo que de satisfactorio. Podemos argumentar que lo hacemos por tener compañía, para satisfacer nuestra sexualidad o porque queremos tener hijos, y todo ello puede ser cierto. Pero la realidad es que existe una misteriosa y poderosa fuerza emocional que nos impulsa a una unión con la otra persona, más allá de toda lógica.
Ese deseo de unión va muchas veces parejo con el miedo -muchas veces inconsciente- a la relación. El compromiso íntimo con otra persona puede generar ansiedades en nuestro interior y sentimientos contradictorios en donde se alternan el deseo y el amor por un lado, y el miedo a un potencial fracaso por el otro, entre otras posibilidades.
En la relación de pareja tendemos a pensar que nuestra felicidad depende en gran medida de cómo se comporte la otra persona con nosotros. Esto es así en alguna medida, pero en realidad todo ocurre dentro de nosotros, y el poder de atracción e influencia que tiene la persona amada sobre nosotros es solamente aquel que le otorgamos. Tanto los momentos de éxtasis como los momentos de dolor los vivimos esencialmente en nuestro interior, y la forma en que experimentamos la presencia (o la ausencia) de la otra persona está totalmente condicionada por la particular vivencia que tenemos de ella y de la imagen que tenemos de nuestra relación.
Las relaciones de pareja representan un espacio en donde proyectamos aquello que somos, y en donde podemos descubrirnos a través del reflejo que nos proporciona la otra persona con su actitud y energía. Al comprender que todo está dentro de nosotros, tenemos la posibilidad de responsabilizarnos de nuestros estados emocionales -sean positivos o negativos- y de establecer vínculos basados en la sintonía energética y amorosa con la otra persona, y no tanto en sentimientos de carencia, necesidad o culpabilidad. Para ello es fundamental conocernos a nosotros mismos, pues de lo contrario nos veremos inmersos en discusiones sin fin en donde la frase que más se escuchará es aquella que empieza por "¡Es que tú...!"
Así, vemos que una de las claves principales para que una relación afectiva sea satisfactoria y duradera es que ambos miembros de la pareja estén comprometidos en un trabajo personal de autoconocimiento que atenúe -en la medida de lo posible- las proyecciones negativas inconscientes. En este sentido la astrología de orientación psicológica puede ser de gran ayuda, pues la carta astral ofrece una completa descripción del potencial innato con el que venimos al mundo y señala cómo experimentamos los diversos ámbitos de la vida, entre los que se encuentra el ámbito de la pareja.
Determinados sectores y planetas de la carta astral describen el tipo de pareja que tendemos a buscar, y las formas de relación que probablemente estableceremos a lo largo de la vida. En este sentido es especialmente relevante el sector del tema natal que representa la pareja (en términos astrológicos la Casa 7) que está precisamente en el punto opuesto al área que describe nuestra personalidad externa (signo Ascendente y Casa 1). El hecho de que el área que representa "el yo" esté enfrente del área que representa "el otro" nos muestra simbólicamente esa polaridad de oposición y complementariedad que constituye una relación. La pareja sería como la cara oculta del espejo, sin la cual no podríamos vernos reflejados y descubrir partes íntimas de nosotros mismos.
Además de estudiar las casas o sectores mencionados, los emplazamientos planetarios aportan información sobre las emociones, los afectos, la sexualidad o la comunicación, a través de la Luna, Venus, Marte y Mercurio, además del protagonismo del Sol natal en cada caso. Ello hace posible analizar la dinámica habitual que tenemos en nuestras vivencias en pareja, y permite reflexionar sobre cómo podríamos enfocar constructivamente nuestras relaciones en el futuro.
Al asumir que la carta astral ofrece unas descripciones precisas de uno mismo y de la pareja complementaria para cada persona, surgen inevitablemente preguntas como: ¿a qué obedece que yo nazca con un determinado potencial?, ¿cómo es que me atrae un determinado tipo de persona y no otro?, o ¿cual es mi grado de condicionamiento respecto a la pareja?
Una posible respuesta a estos interrogantes estaría sustentada en la ley del karma. La palabra karma es un término sánscrito relacionado con la ley de causa y efecto, según la cual "cosechamos aquello que sembramos". Aplicando esto a la astrología, entendemos que el potencial que traemos al nacer -reflejado en la carta astral- sería un efecto de causas anteriores. O, dicho de otra forma, la estructura energética de nuestra carta astral natal sería el resultado de los pensamientos y acciones, tanto en positivo como en negativo, generados en vidas precedentes. Así, desde este punto de vista, toda la carta astral refleja nuestra herencia kármica y señala el tipo de experiencias que deberemos afrontar en esta existencia para evolucionar personal y espiritualmente en la vida.
Pero volviendo al tema de la pareja, si aceptamos que nuestras relaciones no se dan "por casualidad", es decir, si nuestros encuentros y vínculos no son fortuitos, hemos de pensar que tienen algún sentido evolutivo para nuestras vidas. Algunos autores plantean que las relaciones que establecemos pueden ser de dos clases. Unas corresponderían a relaciones basadas en vínculos que se establecieron en vidas anteriores y que se continúan en la vida actual debido a que existía un fuerte apego o debido a situaciones inconclusas entre esas almas. Este tipo de relaciones darían lugar a "grupos de almas" que presentan diversos tipos de combinaciones en donde se alternan los lazos de hijos, padres, parejas, hermanos, amantes, etc., a lo largo de sucesivas vidas. Mientras que otras relaciones se referirían a almas entre las que no ha habido un vínculo previo pero que están involucradas en un mismo tema de trabajo o proyecto evolutivo.
Sea como fuere, las relaciones íntimas movilizan esos rincones secretos en donde anidan tanto nuestros sentimientos más amorosos como nuestras pasiones más oscuras. Esta movilización -a veces incómoda- es de gran valor para nuestra evolución, pues sin la participación de la otra persona probablemente esos sentimientos y pasiones permanecerían ocultos en los recovecos de nuestro inconsciente y nunca podríamos reconocerlos y tratarlos adecuadamente.
Los desafíos que plantea un vínculo íntimo hacen que determinados momentos de la relación sean particularmente difíciles y lleven a una ruptura. Se trata de un final de etapa en donde los miembros de la pareja parecen no tener nada más que ofrecerse o compartir. En muchos casos poner punto final puede ser la mejor opción, sobre todo cuando la convivencia es insostenible o cuando la relación no da más de sí. Pero también hay casos en donde la separación revela situaciones inconclusas que volverán a presentarse en nuestra próxima relación o que quedarán pendientes para la próxima vida.
La astrología puede servir de gran ayuda para evaluar cuál es el sentido de un determinado vínculo, a fin de que las personas implicadas puedan decidir si están dispuestas a asumir el trabajo que se presenta. Igualmente, si las relaciones importantes de pareja que establecemos tienen su origen en vidas pasadas, será interesante que nos preguntemos cual debe ser el significado que tiene cada nuevo encuentro y qué oportunidades evolutivas nos proporciona. Aunque no sepamos responder racionalmente a esta pregunta, el solo hecho de hacérnosla puede dar un sentido a lo que estemos viviendo con la pareja. El enfoque kármico de las relaciones nos abre a una nueva forma de entender los vínculos que establecemos y nos proporciona una visión que trasciende nuestra temporalidad existencial.
© José Royo
Girona, 2014